miércoles, 3 de enero de 2007

¿Un mundo aparte?



– ¿Y es hombre de izquierdas el farmacéutico?
– Pues de... ni de
izquierdas ni de derechas, creo. Farmacéutico, es farmacéutico.


Milenio Carvalho
Manuel Vázquez Montalbán


La realidad, como la gravedad, es muy tozuda. Descubrí la tozudez newtoniana hace años, cuando esperaba ver algún día una manzana caer hacia arriba, mientras paseaba por la alfombra rojo maduro en un campo frutal de la ribera del Cinca.


La realidad es que mi profesión es hacer de farmacéutico y que las cosas de mi profesión me interesan, incluso, a veces, me preocupan. Ni en el ventoso Alt Empordà, mientras volaba imaginariamente acompañando en su último viaje al detective, incinerador de libros, Pepe Carvalho, he podido abstraerme de esta realidad, ni de la gravedad, tampoco.


La frase escrita por Manuel Vázquez Montalbán, al que debo el descubrimiento del «cap i pota amb cigrons» de Casa Leopoldo, un crisol donde se mezclan la melosidad del extraordinario guisado con los aromas húmedos del «barrio chino» de mi Barcelona, los del té que vienen del sur y los del curry dulzón que nos llega de Oriente, no ha parado de pasearse por los vericuetos de mi pensamiento, compitiendo por una neurona con las imágenes de las rocas del Cap de Creus en su lucha titánica, dulce derrota la suya, con las olas azul y blancas del Mediterráneo.


Detrás de la frase de mi añorado compañero literario de mesa se esconde una estereotipada imagen de los farmacéuticos, una instantánea que no nos describe como un colectivo profesional integrante e integrado en una sociedad compleja; al contrario, nos dibuja como un mundo aparte. Un mundillo con sus reglas y sus patrones de comportamiento.


Dicho de otra forma, los farmacéuticos, para Carvalho, no constituimos un sector profesional, somos una clase. Sin duda, una visión muy simplificadora de nuestra profesión, al menos para mí.


Los intereses determinan a las clases, pero las profesiones dinámicas deben moldearse también con las ideas y las opiniones. Es cierto que las clases saben defender muy bien sus intereses utilizando el «catenaccio» a la italiana, sin embargo los sectores profesionales ambiciosos avanzan, evolucionan, se adaptan y su capacidad de adaptación les permite mantener su posición en la sociedad de la que forman parte. Ganan los partidos con «jogo bonito».


Para un observador externo, algunos gestos de los farmacéuticos pueden favorecer una imagen monolítica, inmóvil, que en nada nos conviene. Realmente, el mantenimiento, sin apenas cambios, de nuestros máximos representantes durante más de dos generaciones, la insistencia en clasificar cualquier opinión diferente al discurso oficial como disidencia y el rechazo sistemático a la discusión civilizada con los que defienden otros intereses, deberían ser vicios a desterrar de nuestro patrón de comportamiento.


Una actitud crítica y dialogante no debe conllevar, en ningún caso, la renuncia a resaltar y a explicar los beneficios que aporta la labor cotidiana del farmacéutico, sin duda su principal activo. La promoción de esta labor profesional, la asunción de más responsabilidades, la oferta de nuevos servicios, la modernización de la gestión empresarial de las farmacias, la promoción de los mejores y la competencia entre los profesionales tienen que ser los parámetros en los que el sector debe moverse con la confianza que nos proporciona la valoración positiva de los jueces que realmente importan, nuestros clientes.


Este artículo es el primer paso de un largo camino. Espero que el viaje nos lleve lejos y que no sea pesado, y que mediante la futura creación de una plataforma informativa dirigida primordialmente a los farmacéuticos que ejercen su profesión en las farmacias, logremos el objetivo de incentivar el debate, la reflexión y favorecer la interrelación entre los profesionales abocados frecuentemente a un cierto aislamiento detrás del mostrador de sus farmacias. Con estas premisas nace la sección «Planeando», con la intención de interesar a los farmacéuticos, así de simple, así de difícil.


De repente, las tortillitas de jamón y tomate que aún prepara mi «tata», la tata de los gustos de mi niñez, aquellos que nunca se olvidan, inundan las sinapsis de mis neuronas. ¡Tan simples, tan perfectas. Buen provecho!