jueves, 29 de marzo de 2007

Fuenteovejuna


¡Todos a una!


Hay quien vive en la ilusión permanente de creer que el sector farmacéutico, que engloba a los que fabrican y a los que distribuyen medicamentos, tiene intereses comunes y que incluso su voz puede sonar como la de una coral bien dirigida, cada uno con su tono, pero cantando la misma canción. ¡Ilusos!

Ya lo dice el Evangelio: «Por las obras los conoceréis». La aplicación de la Orden SCO/3997/2006 referente a la aplicación de los precios de referencia y la redacción de determinados artículos de la Ley del Medicamento nos muestran de una forma clara y diáfana que las cosas no son así. En esta función cada uno va con su música a la parte que le interesa.

La desaparición del precio de los envases de los medicamentos es una medida sin sentido en un mercado de precios regulados, es una norma que perjudica a los farmacéuticos y que no aporta ninguna ventaja al usuario, pero que conviene a la industria farmacéutica que durante la tramitación de la citada ley presionó a los partidos políticos para que este desaguisado fuera realidad. ¿Pensó la industria en el sector o sencillamente en sus intereses? La respuesta está clara, creo yo.
Esto no acaba aquí, la industria tiene la posibilidad de no imprimir el precio del medicamento en el envase o de imprimirlo. La mayoría de empresas ha decidido no hacerlo, aunque algunas, pocas, lo van a continuar imprimiendo. No es mi intención clasificar a las distintas industrias en buenas y malas, sencillamente, hacer notar que algunas también son sensibles a los intereses de los farmacéuticos y otras son impermeables a ellos. Tomemos nota, ¡siempre con buen talante, faltaría más!

No le demos vueltas, la normativa aplicable en el periodo de transición (es un eufemismo para no escribir drástica rebaja, ¡Ay, se me escapó!) de precios de los medicamentos afectados por la Orden, es una chapuza de mucho cuidado. Lo es de tal calibre que estoy convencido de que incluso los propios redactores de la misma son conscientes de ello. No puedo imaginarme responsables políticos del sector creyendo que el método escogido realmente sea bueno, porque sería realmente dramático estar en manos de alguien tan obtuso, aunque de poco consuelo me sirve creer que no es así, si después de este error garrafal son incapaces de rectificar a tiempo. ¿Nuestro sino es depender en aspectos importantes de nuestra profesión y de nuestro negocio de políticos incapaces de reconocer un error? Rectificar es de sabios, pero por lo que veo la sabiduría no es requisito para ejercer en la política.

Pero esto tampoco acaba aquí: porque una vez la norma está escrita, la rectificación no ha sido posible y a los farmacéuticos enviados de una manera inmisericorde, ¡siempre con buen talante!, a la arena con los leones, nos quedaba la esperanza del acuerdo entre las distintas voces de la coral farmacéutica. Pero una vez más cada uno ha seguido su propia partitura y la consigna ha sido ¡que cada palo aguante su vela!, aunque para algunos la vela sea mucho más pesada que para otros. Eso sí, todos prestos y con el mejor talante para posar en la bonita foto de familia del sector unido alrededor de la ministra para la firma de un acuerdo escrito sobre papel mojado.

Esta es nuestra cruda realidad. De todas formas, no creo que ahora sea el momento de los desplantes airados ni de gesticulaciones exageradas, porque es difícil transmitir el mensaje al usuario cuando la queja se realiza en el contexto de una bajada de precios. Ahora es tiempo de poner a cada uno en su sitio y de hacer recuento de los que están a nuestro lado y con los que es posible negociar para encontrar soluciones a los problemas.

A partir de ahora, la memoria es importante, no hemos de olvidar con quien se puede negociar y con quien sólo vale nuestra capacidad de presión. Con los primeros hemos de hacernos fuertes para que los segundos no nos toreen.

Aunque estoy convencido de la razón de mi lamento, no puedo acabar de esta manera, no es mi estilo ni mi forma de ver las cosas.

Las dos grandes tendencias que influyen y que influirán en nuestro futuro son: en primer lugar, el recorte de precios para controlar la tasa de crecimiento de la factura pública de medicamentos –exactamente de la de los que se dispensan en farmacias, porque de la de los que se dispensan en los hospitales nadie habla y tiene una tasa de crecimiento superior al 20%, una factura opaca para los medios de comunicación y un mercado que las farmacias no tenemos– y, por otro lado, la apertura lenta pero sin pausa de un mercado muy regulado como el nuestro.

Mientras nos quejamos con razón tenemos que reflexionar y decidir hacia donde queremos dirigir nuestra profesión. ¿Acabaremos teniendo razón los que creemos que a los farmacéuticos nos conviene desligar en parte nuestra retribución del margen sobre el producto? ¿Acabaremos teniendo razón los que creemos que a los farmacéuticos nos conviene añadir servicios a nuestra cartera y competir entre profesionales? ¿Acabaremos teniendo razón los que creemos que a los farmacéuticos nos conviene encontrar fórmulas societarias para hacer nuestras farmacias más fuertes y competitivas? ¿Acabaremos teniendo razón los que creemos que nos conviene flexibilizar algunos aspectos de la normativa para instalar y trasladar las farmacias? ¿O sencillamente somos unos pocos ilusos los que lo creemos?

miércoles, 14 de marzo de 2007

"Murieron con las botas puestas"


Raoul Walsh. 1941.Warner Bros. Pictures Inc


Soy de los que siempre iban a favor de los indios cuando los sábados por la tarde mis padres me llevaban a las sesiones dobles del cine Capitol, el entrañable «can pistoles» de los niños del barrio. Recuerdo aquel sentimiento de rebeldía clavado en la boca del estómago cuando la marabunta azul arrasaba a los pobres pieles rojas. Era difícil poder ver alguna película en la que los indios ganasen. A menudo, me viene a la cabeza aquélla en la que Errol Flynn moría con las botas puestas, seguramente por eso fui a verla tantas veces, para liberarme de aquella sensación de seguidor del equipo que siempre pierde.


Como es habitual, la alegría nunca era completa. La película pasaba de puntillas sobre la victoria de mi equipo y se centraba en resaltar en la pantalla el heroísmo de los perdedores. Era imposible abstraerse de la atracción que provocaba la heroica derrota, ¡Incluso perdiendo, los protagonistas acababan siendo los otros!


Con los años y la llegada del DVD, he continuado revisando la película y cada vez disfruto más, porque he logrado relativizar el heroísmo yankee y la contemplo como lo que es, una película en la que los indios ganan porque son mejores que el general Custer, por muchas botas que llevara puestas. Pierde porque su estrategia es peor y los míos ganan.


En los negocios siempre hay unos que ganan y otros que pierden: los que ganan, hacen el negocio, los otros son aquellos a los que les gustaría hacerlo. Hace años que el negocio de la distribución de medicamentos lo tenemos los farmacéuticos. Existen multitud de razones históricas por las que el negocio se ha organizado así, aunque lo fundamental es que la sociedad cree que el producto en cuestión, el medicamento, requiere de un control especial y cede esa responsabilidad a un determinado colectivo profesional. No creo que ninguna sociedad, por muy avanzada que sea, deba asumir que la distribución de los medicamentos no precise de la actuación responsable de un especialista.


No hemos de perder de vista que son los otros quienes nos ceden la responsabilidad, no somos nosotros los que estamos imbuidos de ese privilegio, y tampoco debemos extrañarnos de que, aunque conservemos esa responsabilidad –¡pobres de nosotros si no somos capaces de hacerlo!–, van a cuestionar las reglas de juego; es más, debemos estar seguros que continuarán haciéndolo. Quieren competir con nosotros y no lo podemos impedir. El único camino es ganar.
Custer perdió porque creyó que no podía perder, pensaba que era el mejor y, al final, sólo le quedó el honor de una heroica derrota…. y las botas, sencillamente porque no eran del número del jefe indio.


El debate sobre nuestro modelo de farmacia enmascara una lucha por el control del negocio en la que nosotros somos un contendiente, no lo olvidemos. A menudo, tengo la sensación que la única estrategia que proponen nuestros representantes es insistir en la bondad del modelo y esperar. ¿Tan seguros estamos que un modelo que ha servido, más que notablemente hasta ahora, no precisa cambios para adaptarse? Parece que nuestros representantes son más partidarios de la estrategia del roble; yo prefiero la del junco, que es capaz de plegarse al viento pero continúa en su sitio, el roble también, hasta que se parte.


El compromiso profesional del titular de una farmacia con los pacientes debe ser el núcleo de nuestra profesión y el punto de apoyo de nuestro negocio. Este compromiso debe quedar explicitado en: el conocimiento del medicamento, el seguimiento del tratamiento, la preparación individualizada de la medicación, el control de parámetros básicos de salud, la explicación de las pautas de cumplimiento, la educación sanitaria, la atención domiciliaria para personas dependientes, el control específico en enfermedades crónicas, el suministro y control de los tratamientos de enfermos ingresados en centros geriátricos, y la presencia constante del farmacéutico en la farmacia atendiendo las consultas habituales sobre temas de salud.


No podemos olvidar tampoco que el modelo de ejercicio profesional tiene que adaptarse a la realidad de cada mostrador; cada farmacéutico debe adaptase a las necesidades de sus clientes y a sus propias aptitudes. Una de las ventajas de un sistema como el nuestro es que facilita la elección de farmacéutico. El corporativismo igualitario que enarbola la bandera de «todos o nadie» acaba siempre en «nadie».


Con independencia de la necesidad de reforzar la responsabilidad profesional del farmacéutico, es preciso reflexionar sobre el modelo de ordenación comercial de las farmacias y tener claro que, si mantenemos lo fundamental, los cambios son necesarios para que el modelo sea más competitivo y más adaptado a las necesidades actuales.


Es el momento de encontrar el equilibrio que permita mantener una atención próxima, profesionalizada y eficaz, coexistiendo con modelos de organización que permitan establecimientos que tengan mecanismos mucho más ágiles para no perder competitividad, y sistemas que corrijan los defectos de una ordenación mal entendida y que eviten que pueda transformarse en simple proteccionismo.


Sinceramente, confieso que me mueve el firme deseo de que, cuando me llegue la hora, me encuentre con unas buenas pantuflas puestas, las botas se las dejo a los héroes.