lunes, 19 de septiembre de 2011

Un valle de lágrimas

Se que esperáis (o no) a Matías, pero lo de este agosto obliga a un comentario especial, aunque en el fondo voy a contar lo mismo de siempre. Matías ha accedido a esperar un par de semanas.

Existen pocas cosas que se toleren menos que pretender ser el protagonista en un entierro y no ser el muerto, por lo que no sería muy inteligente por mi parte hacer grandes aspavientos ni rasgarme las vestiduras en un país sumido en una profunda crisis económica y que a golpe de déficit está descubriendo la necesidad de iniciar una segunda transición que desenrede el entuerto del «café para todos», un país que no es capaz de ofrecer trabajo a más de cuatro millones de ciudadanos y con muchos sectores de la economía sufriendo por su subsistencia, aunque los numerosos recortes que las farmacias vienen soportando estos últimos años, a los que ahora se añaden las dificultades en el cobro de la factura de medicamentos financiados por el SNS en diversas comunidades autónomas, son realmente dolorosos para los farmacéuticos y el dolor que más se siente es el que sufre uno mismo.

En este país más del 85% de los medicamentos que se utilizan están pagados por los presupuestos públicos, por lo que las farmacias sufren los efectos de la crisis –además del retraimiento del consumo en general– por los reiterados recortes, tanto los que afectan al precio, como los que lo hacen sobre el margen, así como por la puesta en marcha de políticas de prescripción enfocadas a la elección del medicamento con precio inferior. Con estas premisas es fácil prever que el camino que nos queda por delante transcurre por una cuesta pesada y exigente, por lo que tampoco nos conviene menospreciar esta situación si no queremos ser tildados, con razón, de tener una actitud manifiestamente ilusa. El sector farmacéutico hace más de cinco años que está inmerso en este escenario y las últimas novedades acaecidas este mes de agosto confirman que no va a existir una salida rápida del túnel.

Es preciso señalar que la gran preocupación y descontento del sector por esta presión reiterada se han visto agravados en el último trimestre por los incumplimientos de los plazos de pago que muchas farmacias de distintas comunidades autónomas están sufriendo. Solo cabe calificar estos incumplimientos de irresponsabilidades políticas de los encargados de gestionar las cuentas públicas (los impuestos de todos), que además, en un sector de empresas pequeñas como el de las farmacias, pueden tener efectos irreparables.

Una vez descrita la situación, y para no caer en la tentación de un desmesurado afán de protagonismo que puede provocar rechazo social por un exceso de victimismo, es importante insistir en la necesidad de que la nueva situación económica que se está dibujando y desgraciadamente consolidando genere nuevos planteamientos políticos que permitan al sector afrontar una situación que está ahogando a la red sanitaria farmacéutica que presta un servicio altamente valorado por la ciudadanía, y que a la vez constituye un sector empresarial de pequeñas empresas privadas que genera ocupación y que ha permitido externalizar eficientemente un servicio público como es la dispensación de medicamentos.

La situación actual no es compatible con la limitación impuesta de la capacidad de negociación de las farmacias de sus condiciones de compra de medicamentos, y menos aún si se impone la prescripción por principio activo, ni lo es con las restricciones excesivas de las posibilidades de rentabilización de los establecimientos de farmacia, ni con ordenaciones que favorezcan un minifundismo sin sentido y que limiten las posibilidades de incentivar farmacias más eficientes y competitivas. Es imprescindible encontrar vías que permitan mantener una calidad de servicio como la actual y que ofrezcan salidas a la viabilidad del sector más allá de la mera subvención, que solo puede ser un parche circunstancial.

No deberíamos caer en un pecado de omisión y hemos de ponernos manos a la obra si no queremos que la penitencia nos la impongan los dioses que viven en el nuevo Olimpo de los mercados, que ya sabemos como las gastan.

Creo que el momento también es oportuno para aprovechar este espacio de la revista para manifestar dos preocupaciones que van más allá de las propias y exclusivas de las de las farmacias.

Es preocupante observar como los anuncios de medidas reiteradas sobre los medicamentos trasladan a la ciudadanía la idea de que los medicamentos son una mercancía de la que solo es importante el precio. Los responsables políticos no deberían perder de vista que los medicamentos son un potente instrumento terapéutico que debe ser valorado primordialmente por su eficacia a la hora de curar o paliar enfermedades y que a su alrededor se genera una energía, industrial, investigadora, y emprendedora que es parte importante de la generación de riqueza del país. Buscar fórmulas que puedan medir esta eficacia y cómo incentivarla debería ser uno de los temas fundamentales del imprescindible debate sobre la financiación pública de medicamentos. Establecer una financiación selectiva de medicamentos mediante sistemas de copago basados en valoraciones objetivas realizadas por agencias independientes sería un sistema capaz de frenar tanto la oferta como la demanda de las opciones terapéuticas menos efectivas.

Otro de los mensajes que generan confusión es asimilar el importe de la factura de los medicamentos con fondos públicos con el coste del servicio farmacéutico concertado y que este es muy caro.

La realidad es que el modelo de prestación farmacéutica en España se basa en un contrato entre el SNS con las 22.000 farmacias españolas y que estas reciben por el servicio aproximadamente el 22% del importe de la factura pública que, a su vez, representa más del 80% de su facturación total. Las farmacias son pequeñas empresas privadas que contratan de media a tres personas, que realizan labores profesionales asociadas a la dispensación y al asesoramiento del uso de los medicamentos y sus propietarios gestionan el mantenimiento de los establecimientos, la logística del medicamento.

Sin tener claros estos conceptos y sin resolver el origen de todos los males que es la insuficiente dotación presupuestaria para el catálogo de servicios sanitarios ofrecidos, solo podemos esperar cataplasmas que aparte de ineficientes tienen graves efectos secundarios.


lunes, 5 de septiembre de 2011

Presentación

Estoy a punto de abrir la puerta de hierro y cristal del portal de casa. Está cayendo un intenso chaparrón, pero el cielo está abierto sobre el Tibidabo. Faltan cinco minutos para las ocho y, como no trabajo los sábados a partir de la verbena de sant Joan, me he vestido con unas bermudas azules con ocho bolsillos, una camiseta de algodón ligero y viejo que lleva estampado un tipo sesteando en una hamaca y unas brasileñas en los pies. Por un momento, tengo la tentación de subir a cambiarme de vestimenta; el motivo de mis reparos son la lluvia y el encuentro con Matías Peñafiel Puertollano.

No voy a subir a cambiarme. No voy a hacerlo a causa de la meteorología, porque estoy convencido que al salir del bar, después del encuentro con Matías, lucirá el sol y tampoco creo que a Matías le incomode mi vestimenta si me atengo a su forma de vestir habitual, al menos su forma de vestir a las horas que yo le veo desde mi ventana. No creo que fuese coherente que se sorprendiese ni que le importe la mía. Me arriesgaré. Intento caminar rápido los cincuenta metros hasta el bar, aunque con las chanclas no conviene acelerar el ritmo cuando el suelo está resbaladizo como esta mañana. En la entrada aún no está el enorme schnauzer negro. ¿Saldrá Matías a pasear con su perro los días de lluvia?

No hay muchos clientes en el bar a esa hora de un sábado del mes de julio. Me dirijo a la mesa situada en una esquina alejada de la barra del bar, cerca de una ventana por la que se puede ver a los clientes que entran en la panadería del barrio. Es la primera vez que espero a alguien así, me imagino que la situación es parecida a las citas a ciegas concertadas por Internet. No tengo mucha costumbre en eso de las citas, ni en las clásicas, las de toda la vida. Ya ha dejado de llover y me tienta la posibilidad de levantarme. No sé si fue una buena idea este encuentro. Pero el arrepentimiento incipiente no puede crecer, la presencia del perro de Matías en la puerta del bar lo frena de golpe. Ya está aquí.

– Un buen chaparrón de verano.

– Ha durado muy poco.

– Pero ha servido para refrescar. Es una de esas mañanas en las que todo parece mejor. Yo voy a pedir la tortilla a la francesa y pan con tomate de los sábados y un cortado. ¿Y usted?

– ¿Es buena la tortilla que sirven aquí?

– La mejor. En su punto de sal y jugosa por dentro. La hacen con cariño.

– Pues, lo mismo.

– Nuestra manera de conocernos ha sido bastante peculiar.

– Cinematográfica ¿No cree?

– Sí, no estoy acostumbrado a estas situaciones, pero tengo el presentimiento de que vamos a tener una conversación interesante. No sé si mi optimismo está provocado por una mañana como la que disfrutamos hoy. De cualquier manera, y para entrar en materia antes de que lleguen las tortillas, por lo que he podido leer ustedes ya están notando los efectos de esta crisis, también.

– Las farmacias somos lentas, ni seguimos el ritmo de las burbujas ni pinchamos como los globos, pero no somos ajenas al entorno, y ahora el entorno económico es muy hostil para cualquier sector. Porque el sector sanitario también es parte de la economía, ¿no cree? Ayer me comentó que se dedicaba a la consultoría, ¿no?

– Soy socio de una consultora especializada en el sector sanitario. Unos de mis clientes principales son quien les vende a ustedes y quien les paga. La industria farmacéutica y las administraciones sanitarias.

– Ya puestos… ¿le parece que nos tuteemos, Matías?

– Me parece lógico, y más ahora que vamos a compartir un desayuno de tortillas.

El rito del desayuno de tortilla sabatino es, para mi compañero de mesa, algo casi íntimo. Compartir esta mesa para él ya es una aceptación implícita del tuteo. Su vista se dirige hacia el camarero, que se acerca con la bandeja llena a rebosar con las dos tortillas de forma perfecta, franqueadas por tres rebanadas de baguette crujiente bien untadas de tomate, sembradas de los granos de sal justos y regadas de aceite de olivas arbequinas. Los cortados humean como a mí me gusta y tienen ese aspecto espumoso tan difícil de conseguir en casa. Empezamos bien.

– Nuestras lamentaciones están fundamentadas y la preocupación crece por momentos en el sector. Las previsiones más objetivas apuntan a una factura pública de medicamentos un 10% inferior a la del año pasado y a un estancamiento, en el mejor de los casos, del mercado privado. La farmacia va a decrecer en facturación alrededor de un 8%. Quiero ser optimista.

– Otros sectores están soportando ajustes mucho más drásticos. Pero es cierto que cada uno siente lo suyo. Es normal la queja y la preocupación. Intuyo que tu sector tiene una características muy especiales, por su dimensión, su heterogeneidad, su organización y su entorno regulado. Hacer un análisis objetivo de la situación no es sencillo. ¿Tenéis una buena fotografía? O, mejor aún, ¿ya habéis ido al radiólogo, para que os diagnostiquen si se trata de un esguince o de una fractura lo que os provoca ese dolor?

Me lo dice con una cierta ironía de buen vendedor mientras se acerca un pedazo de tortilla jugosa sobre media rebanada de pan con tomate.

Cualquier decisión estratégica debe estar basada en un buen diagnóstico. Las quejas y preocupaciones son síntomas de que algo huele a quemado, pero ya sabes lo de la rana.

– He tenido que oír comparaciones de los farmacéuticos con casi todo –incluso con los esturiones– pero no caigo en el parecido con las ranas.

Realmente la tortilla está en su punto.

– No se trata de una comparación. Se trata de ese cuento en el que una rana acaba cociéndose en el agua de una cacerola que va calentándose a fuego lento, pero ella no se da cuenta del peligro. Se va adaptando a la temperatura hasta su muerte en una sopa de rana. No se trata de un cuento especial para farmacéuticos, es un peligro común. Yo te aconsejo una buena revisión para tener un diagnóstico fiable, que vaya más allá de la intuición.

Matías sabe comer y vender. Me cae bien.

Continuará…