jueves, 19 de enero de 2012

Salmorejo

Las virutas de jamón y de huevo duro salpican la majada de miga de pan, sal, aceite, ajo y tomate. El plato de salmorejo es un cuadro abstracto de sabor árabe en su origen, antiguo, pero con el toque atrevido del rojo aportado por el licopeno de la hortaliza venida del nuevo mundo.

Un plato clásico, claro, pero complejo. Un plato de verdad, en el que las apariencias no engañan, pero que precisa de paciencia para entender toda su dimensión, la mezcla del trigo, del aceite y la sal del viejo mundo con los frutos del nuevo, algo parecido a mi pa amb tomàquet. Hoy es un día en el que me apetece comer platos auténticos, en el que lo aparente se convierte en farragoso. Un buen día para tener una conversación franca con mi compañero de mesa, ahora que los dos sabemos el terreno que pisamos. El ambiente del restaurante es adecuado para la ceremonia, es acogedor, sin florituras, de esos sitios que llevan con dignidad el nombre de comedor.

– ¿Por qué estudiaste medicina?

– No lo sé realmente, las ciencias de la vida eran lo que me gustaba de joven, pero la muerte y el padecimiento siempre me han asustado. Soy de esos médicos a los que les gustaría que no existieran los enfermos. Seguramente por eso me dediqué a la gestión sanitaria y a la consultoría. Tuve suerte, mi padre tenía contactos en el mundo de la industria farmacéutica y desde allí me decanté por el mundo de la gestión. Eran tiempos en los que los jóvenes lo tenían más fácil que ahora.

– A mi me gustaban la química y la biología, no me matriculé en la facultad de químicas porque tuve miedo. Miedo de no poder con las matemáticas. Probablemente me habría dedicado a la bioquímica. Mi madre tenía una farmacia, pero nunca pensé que ese sería mi camino. Yo también tuve suerte. Es sorprendente comprobar como la vida te va llevando. ¿No tienes la sensación de navegar por un río?

– No pienso mucho en todo eso. Todo lo que estudié y muchas de las cosas que aprendí y la gente que conocí son parte de lo que ahora soy, eso es lo que me importa. La vida que no he vivido no existe. Ahora a ti te toca superar una crisis que está afectando la economía de tu farmacia y a mí buscar clientes que quieran que les asesore. ¿No crees?

– Puede que dedique demasiado tiempo a revisar mi vida.

– Yo no he querido decir eso. Ni lo critico, ni mucho menos lo menosprecio. Sencillamente te cuento mi receta para avanzar.

No me suena a disculpa, ni a frase hecha. Me cuenta su verdad, su receta. Yo no sé si la tengo tan clara.

– Por cierto, Carmen, la cocinera, tiene una receta del salmorejo que se parece tanto a la de mi madre…

Matías prefiere cambiar de tema.

– Está realmente bueno. No hay mucha gente en el comedor. La crisis se nota, el consumo se retrae. ¿El sector de la consultoría lo está notando?

– De una forma dramática. En cambio, en vuestro campo la retracción del consumo no se nota tanto. Estáis padeciendo sobre todo los efectos de la endémica insuficiencia de los presupuestos sanitarios y la excesiva dependencia de ellos.

– Nuestra dependencia es enorme, más del setenta y cinco por ciento de nuestro volumen de negocio depende de esos presupuestos, pero también se está notando el retraimiento del consumo de los otros productos que vendemos en las farmacias.

– Tenéis una buena, diría que una magnífica, red de distribución, aunque en estos momentos de ajustes tan severos la pequeña dimensión de las farmacias va a limitar vuestra capacidad de maniobra. Intuyo que la distribución farmacéutica ha sido crucial para mantener un modelo tan minifundista, pero tampoco veo que esté implantando grandes reformas. La fragilidad de la distribución puede ser una grave amenaza para vosotros. Un observador externo como yo detecta una escasez preocupante de innovación en el sector. Un sector no puede sobrevivir sin ofrecer nuevos productos y servicios.

– ¿Te refieres a la distribución farmacéutica?

– Al sector en su conjunto, a las farmacias también. Las farmacias han ido modernizando su imagen, pero no veo cambios profundos en el conjunto del sector. El sector continúa basando su éxito en los mismos valores desde hace décadas y en un mundo tan cambiante y exigente como el actual es un peligro.

– Los farmacéuticos somos muy individualistas. Nuestra actitud viene condicionada por la estructura de nuestro negocio. No estamos acostumbrados a gestionar conjuntamente, cada uno es el amo de su casa y, salvo excepciones, las decisiones las tomamos solos. No estamos acostumbrados a compartir la soberanía. Tiene sus ventajas, pero es cierto que la crisis está poniendo encima de la mesa la necesidad de encontrar otras maneras de gestión. Existe una gran inquietud, un desasosiego que crece como una enredadera que va apoderándose del tronco de un árbol centenario.

– Lo importante es saber canalizar esta inquietud hacia una reflexión fructífera para que no desemboque en el pesimismo y la de­sesperanza. ¿Cómo describirías la actitud del sector delante de todos estos retos?

Lo bueno de Matías, del Matías de verdad, es que escucha. Nunca deja de dar su opinión, pero te sientes acompañado cuando hablas con él. Durante el camino desde nuestro punto de encuentro y el restaurante El Jardín de Carmen solo he hablado yo, de mis dudas sobre el camino que los farmacéuticos debemos tomar, sobre lo que debería ser la esencia de nuestra profesión, el valor sobre el que deberíamos fundamentar nuestra posición en la sociedad y no he notado en ningún momento esa distancia moral que a veces percibo al hablar con los médicos.

– Los farmacéuticos hemos podido mantener una posición en cierto modo ambigua, la situación nos ha permitido no tener la necesidad de escoger entre un papel claramente asistencial o un papel marcadamente empresarial. Los farmacéuticos interaccionamos con enfermos, pero el foco de nuestra actividad son los productos. La confortabilidad de una economía con un crecimiento importante y sostenido ha sido un buen aliado para construir un modelo y un discurso que nos ha sido útil y también lo ha sido para la sociedad, pero ahora la crisis nos está abocando a decidir y decidir es duro y tiene sus riesgos.

– Pienso que eres excesivamente exigente con tu profesión. No siempre lo bueno es lo puro. Este salmorejo que estamos comiendo es la mezcla de muchas cosas, ¿Dónde está el secreto? No está en eliminar nada sino en encontrar el equilibrio.

Continuará…