miércoles, 25 de abril de 2012

Madrid


Atravesar a trescientos kilómetros por hora el páramo que rodea la gran urbe mesetaria es como acercarse a un gran agujero negro que todo lo atrae. Una sensación de vértigo envuelve e impresiona a quien viene de una ciudad encajonada entre el Mediterráneo y la Serra de Collserola. Madrid es una ciudad sin límites.
El trayecto desde la calle Goya hasta esa frontera difusa de este universo urbano donde está ubicada IFEMA transcurre en un taxi que atraviesa calles, autovías y autopistas sin dejar de estar en Madrid. El recinto es amplio y está lleno a rebosar. El sector ha respondido a la convocatoria de INFARMA 2012, se nota su avidez por encontrar respuestas, lo que es un primer paso para lograrlo. He tenido suerte y he conseguido un asiento en la quinta fila de la sala 4. Aunque la oferta es amplia, me he decantado por una ponencia que habla de nuestro futuro. Mi querencia por esos temas se parece a la del toro por las tablas.
«No tengo ninguna duda, que el sector continúa aportando valor por su extrema capilaridad y accesibilidad, y también lo es que los profesionales farmacéuticos mantienen una posición de confianza y credibilidad profesional con los usuarios del servicio, sus verdaderos clientes, pero sólo con eso no va a ser suficiente para afrontar con éxito el reto que significa la exigencia de incrementar la eficiencia, para abordar la imperiosa necesidad de disminuir el déficit público y para convivir con suficientes garantías en un marco en el que las recetas liberales parece que van imponiéndose en las economías de nuestro entorno. El sector deberá poner encima de la mesa de negociación algo más de lo que siempre ha puesto porque, aún siendo mucho, no va a ser suficiente….»
El ponente viste un traje de Gales bastante claro, una camisa gris y una corbata de tonos rosados. El conjunto hace que aumenten las dimensiones de su figura. Es corpulento y habla con un ritmo lento y con voz poderosa. Ha empezado su intervención asegurando que no sabe cual será nuestro futuro, pero parece que algo se va a atrever a decir.
«Lo primero que debemos hacer es determinar lo esencial, lo que nos diferencia de los otros, lo que aporta más valor.
Nuestro core business. Nos dirían los expertos en marketing que tantas recetas nos ofrecen para intentar ayudar a la gestión de nuestras farmacias. Nuestro modelo de farmacia actual se basa – del mismo modo que los modelos de nuestro entorno, aunque a veces no nos queramos dar cuenta– en el conocimiento y las habilidades del profesional farmacéutico. Esa debe ser una línea roja que nunca deberíamos traspasar. No debemos olvidarlo».
El conferenciante va trufando su discurso de frases y afirmaciones que, reforzadas por ese tono grave, parecen sentencias.
«Es cierto que tradicionalmente el modelo compagina en un mismo establecimiento los servicios basados en el conocimiento de un profesional sanitario con la oferta comercial de productos ligados de alguna forma con la salud y el bienestar de los clientes. Pienso que debe continuar así. Porque está socialmente aceptado, porque nos ofrece diversidad de posibilidades de crecimiento, porque nos aporta recursos independientes de los presupuestos públicos y porque la farmacia es un espacio adecuado para que el autocuidado de la salud pueda ser asesorado adecuadamente. De todas formas, no creo que ahí, en el relativo potencial comercial de nuestros establecimientos deba pivotar nuestro futuro porque corremos el riesgo de diluirnos en un mercado global en el que la oferta va a llegar al consumidor de maneras que aún ni imaginamos.
Aunque los precios en España sean de derribo, aunque no se alejen de nosotros los fantasmas de más recortes, nuestro futuro está alrededor del paciente que toma medicamento. Digo alrededor y no en el medicamento, porque el reto está en buscar un modelo basado en la aportación de valor en la interrelación que existe entre el paciente y su tratamiento, y también aportándolo con nuestra participación como sanitarios en el proceso asistencial continuo buscando interrelaciones con los otros profesionales sanitarios. Cuando hablamos de cartera de servicios, es de eso de lo que hablamos. No hablamos de un complemento más de nuestro negocio, hablamos de un cambio de paradigma, que no debe significar el derribo de nada, pero que debe posicionarnos con claridad y con todas sus consecuencias en ese papel.
…me molesta que seamos noticia cuando alguna farmacia entra en concurso de acreedores o portada de periódico si alguna cierra. Nuestra preocupación debe ir más allá de la de la viabilidad de las farmacias, deberíamos ocuparnos de la capacidad de las farmacia para lograr objetivos ambiciosos. Y eso no sólo debería preocuparnos a nosotros, que somos los máximos responsables de nuestras farmacias y de hacerlas competitivas, la Administración sanitaria debería entender y asumir que es un desperdicio, en estos tiempos incluso una irresponsabilidad, desaprovechar el potencial sanitario de una red como la nuestra, y que debe proporcionar recursos suficientes para poder exigirle resultados.
Ha llegado el momento de asumir con naturalidad y normalidad que no todos somos iguales del mismo modo que los médicos tampoco lo son. Pretender uniformizar un sector tan diverso nos aboca al fracaso, y el pragmatismo, ese que os he dicho que me mueve, huye del fracaso. Todos o nadie siempre acaba siendo nadie. Debemos construir un escenario de farmacias capaces y diversas».
Otra sentencia más.
«Un cambio como el que estoy describiendo no es de hoy para mañana. Sin esa dosis de generosidad que nos aboca a pensar en lo que dejaremos a los que nos seguirán en nuestra profesión, nos aboca a ser barreras de ese cambio. En resumen, ¿cómo creo que nos conviene afrontar el trance que representa siempre escoger el camino a seguir?:
Continúo confiando en que es posible un modelo en el que el éxito del profesional farmacéutico se base más en él que en su establecimiento.
Apuesto decididamente por la contratación de servicios con el Sistema Nacional de Salud remunerados no exclusivamente por un margen del medicamento.
Creo que es necesario que los colegios promuevan estructuras corporativas capaces de aportar competitividad a las farmacias y que les permitan acceder a negocios que individualmente no pueden ni podrán lograr.
Acepto el reto de la exigencia porque creo que mi profesión me lo exige y que mi responsabilidad con los que van a continuar después de mí, va más allá de mis legítimos intereses.
Así lo veo. Gracias.»
Hace frío en el páramo. La primavera ha llegado con nieve, pero la sala de conferencias está llena, un síntoma más de que la profesión está muy viva. Salgo de la sala soportando apretujones mientras pienso que las políticas cortoplacistas pueden degradar nuestra economía, pero nunca podrán degradar una profesión tan apasionante como la nuestra. Vuelvo optimista a mi Barcelona. Necesito estar en mi geografía concreta después de unos días en esa geografía sin límites en la que corro el riesgo de perderme.