viernes, 14 de septiembre de 2012

El cangrejo


Uno de los fenómenos mágicos que suceden en mi rincón escondido de l’Alt Empordà es lo que yo he bautizado con el nombre de la hipertransparencia.

(Escribo estas palabras unos días después de que las llamas enfurecidas por una tramontana insensible y juguetona arrasaran pinos, encinas y viñedos sin compasión. Recuerdo el día concreto, el día en el que el viento se cansó de jugar. Ese día, un martes de julio, yo estaba en el balcón delante de la bahía de Port de la Selva y el mar estaba calmado; tenía una belleza fría que le daba una serenidad próxima a la altivez que desprenden los que miran por encima del hombro. Me inquietaba su indiferencia por el miedo y la rabia que aún estaban sufriendo los vecinos de Port Bou, La Jonquera Cantallops, Agullana, La Vajol, Darnius, Capmany, Sant Climent de Sescebes, Boadella i les Escaules, Sant Climent de la Muga, Biure, Terrades, Cistella, Pont de Molins, Llers y Figueres. Ese martes de julio fue uno de esos días en los que se puede dar el fenómeno al que me refiero.)

El resultado de mis observaciones indica que el fenómeno puede presentarse después de un intenso episodio de tramontana veraniega que limpia a fondo la atmósfera, durante la calma repleta de luz brillante que invade el ambiente, el mar se mece imperceptiblemente, deja casi de moverse y permite que afloren, con una brillantez aún mayor que la que inunda la atmósfera de la bahía, todos los secretos que guarda bajo su manto acuoso. En esos días, durante las horas que transcurren antes del ocaso, a media tarde, me gusta sentarme en una roca de la que reciben las caricias del mar y poner los pies en remojo. Disfruto de un tiempo que va perdiéndose sin sentir añoranza del tiempo perdido. Es entonces, cuando me quedo absorto mirándolos posados encima de las piedras del fondo. Puedo recrearme observando todos los detalles de ese limitado paisaje, que por el efecto de la hipertransparencia se muestran con toda minuciosidad, y los minutos pasan mientras yo voy tranquilizándome a causa de la agradable sensación de poder ver la realidad con una claridad que evita la mentira o el engaño, esa nebulosa que a menudo invade nuestra percepción de las cosas, el frondoso bosque de sombras en el que nos perdemos tan a menudo.

En una de esas peculiares tardes pude observar detenidamente un pequeño cangrejo. Estaba escondido entre las piedras que brillaban como esferas enceradas, con sus cantos pulidos por el roce constante de unas con las otras. Tenían el brillo parecido al de unas bolas de billar, pero no el color cremoso del marfil sino el del estampado caótico en el que se mezclan los grises, blancos y negros de las rocas provenientes de las montañas que van a morir a estas aguas. El pequeño crustáceo estaba inmóvil, escondido en un recoveco. Sólo la hipertransparencia me permitía distinguir sus pequeñas pinzas que enfilaban hacia mí. No creo que fuera muy consciente de mi presencia, porque no conozco el efecto de la hipertransparencia a la inversa, pero las circunstancias meteorológicas especiales evitaban que pudiera continuar pasando inadvertido para mi vista.

La confluencia de diferentes circunstancias meteorológicas son las que provocan la hipertransparencia, del mismo modo que la alineación total de los planetas del sistema solar provoca –según las supersticiosas predicciones de los agoreros de turno– grandes catástrofes, incluso alguno de estos charlatanes de la pseudociencia pronostica que esta casualidad astronómica es el inicio del fin de nuestro mundo.

Aunque cualquier informe con un mínimo de seriedad sobre el pico de la crisis financiera, económica y política que estamos sufriendo en nuestras carnes y en nuestros bolsillos no tiene en cuenta este fenómeno astral como una de las causas que la originan, lo cierto es que la catástrofe en la que estamos inmersos coincide en el tiempo con la alineación planetaria que sucederá este año. Espero sinceramente que se trate de una coincidencia sin más.

Por ahora he evitado caer en la tentación de creer los pronósticos del ejército de chamanes, brujos, estudiosos del calendario maya y otros charlatanes, pero tampoco puedo evitar comparar esta coincidencia de proporciones planetarias con las coincidencias más locales que provocan la hipertransparencia y voy a caer de pleno, de hecho ya lo he hecho, en la tentación de escribir sobre las coincidencias que existen entre las consecuencias del fenómeno sobre la pérdida de invisibilidad de mi pequeño cangrejo y las consecuencias que tiene la de la conjunción de planetas sobre la pérdida de invisibilidad de la farmacia.

El cangrejo vivía tranquilo en su agujero de Les Clisques sin que yo supiera que estaba allí. En cambio ahora nada de lo que haga pasará desapercibido e incluso puede llegar a ser el protagonista del paisaje que voy a estar observando mientras mantengo los pies en remojo. La farmacia vivía también tranquila en su oasis. Protegida por un velo que la hacía inmune a las miradas indiscretas de otros sectores. Durante décadas, había logrado construir un refugio confortable de estabilidad económica, aunque lo cierto es que estaba inmersa en un mar en el que la ferocidad de la ley de la supervivencia es la norma, pero la crisis económica y sus consecuencias sobre las arcas públicas la han situado en el centro del foco.

Mientras ese martes de julio estaba intentando buscar comparaciones entre el cangrejo y la farmacia, un cosquilleo ligero recorrió el dedo gordo de mi pie izquierdo. Recuerdo que mi pequeño amigo había decidido abandonar su refugio y andaba decidido hacia algún sitio desconocido. La aventura que iniciaba mi pequeño amigo también me sirve para poder acabar este artículo.

La farmacia se equivocará si cree que el velo protector va a caer sobre ella otra vez, no volverá a ser invisible nunca más. Deberá tomar la decisión de emprender un viaje y arriesgarse a convivir con todos los peligros del mar abierto. No hay más remedio, y además quien nos tiene enfocados es mucho mayor que nosotros y no está de vacaciones como yo lo estaba ese martes mágico, y además siempre corremos el riego de que tenga hambre y le apetezca un arroz de cangrejo.