"Murieron con las botas puestas"
Raoul Walsh. 1941.Warner Bros. Pictures Inc
Soy de los que siempre iban a favor de los indios cuando los sábados por la tarde mis padres me llevaban a las sesiones dobles del cine Capitol, el entrañable «can pistoles» de los niños del barrio. Recuerdo aquel sentimiento de rebeldía clavado en la boca del estómago cuando la marabunta azul arrasaba a los pobres pieles rojas. Era difícil poder ver alguna película en la que los indios ganasen. A menudo, me viene a la cabeza aquélla en la que Errol Flynn moría con las botas puestas, seguramente por eso fui a verla tantas veces, para liberarme de aquella sensación de seguidor del equipo que siempre pierde.
Como es habitual, la alegría nunca era completa. La película pasaba de puntillas sobre la victoria de mi equipo y se centraba en resaltar en la pantalla el heroísmo de los perdedores. Era imposible abstraerse de la atracción que provocaba la heroica derrota, ¡Incluso perdiendo, los protagonistas acababan siendo los otros!
Con los años y la llegada del DVD, he continuado revisando la película y cada vez disfruto más, porque he logrado relativizar el heroísmo yankee y la contemplo como lo que es, una película en la que los indios ganan porque son mejores que el general Custer, por muchas botas que llevara puestas. Pierde porque su estrategia es peor y los míos ganan.
En los negocios siempre hay unos que ganan y otros que pierden: los que ganan, hacen el negocio, los otros son aquellos a los que les gustaría hacerlo. Hace años que el negocio de la distribución de medicamentos lo tenemos los farmacéuticos. Existen multitud de razones históricas por las que el negocio se ha organizado así, aunque lo fundamental es que la sociedad cree que el producto en cuestión, el medicamento, requiere de un control especial y cede esa responsabilidad a un determinado colectivo profesional. No creo que ninguna sociedad, por muy avanzada que sea, deba asumir que la distribución de los medicamentos no precise de la actuación responsable de un especialista.
No hemos de perder de vista que son los otros quienes nos ceden la responsabilidad, no somos nosotros los que estamos imbuidos de ese privilegio, y tampoco debemos extrañarnos de que, aunque conservemos esa responsabilidad –¡pobres de nosotros si no somos capaces de hacerlo!–, van a cuestionar las reglas de juego; es más, debemos estar seguros que continuarán haciéndolo. Quieren competir con nosotros y no lo podemos impedir. El único camino es ganar.
Custer perdió porque creyó que no podía perder, pensaba que era el mejor y, al final, sólo le quedó el honor de una heroica derrota…. y las botas, sencillamente porque no eran del número del jefe indio.
El debate sobre nuestro modelo de farmacia enmascara una lucha por el control del negocio en la que nosotros somos un contendiente, no lo olvidemos. A menudo, tengo la sensación que la única estrategia que proponen nuestros representantes es insistir en la bondad del modelo y esperar. ¿Tan seguros estamos que un modelo que ha servido, más que notablemente hasta ahora, no precisa cambios para adaptarse? Parece que nuestros representantes son más partidarios de la estrategia del roble; yo prefiero la del junco, que es capaz de plegarse al viento pero continúa en su sitio, el roble también, hasta que se parte.
El compromiso profesional del titular de una farmacia con los pacientes debe ser el núcleo de nuestra profesión y el punto de apoyo de nuestro negocio. Este compromiso debe quedar explicitado en: el conocimiento del medicamento, el seguimiento del tratamiento, la preparación individualizada de la medicación, el control de parámetros básicos de salud, la explicación de las pautas de cumplimiento, la educación sanitaria, la atención domiciliaria para personas dependientes, el control específico en enfermedades crónicas, el suministro y control de los tratamientos de enfermos ingresados en centros geriátricos, y la presencia constante del farmacéutico en la farmacia atendiendo las consultas habituales sobre temas de salud.
No podemos olvidar tampoco que el modelo de ejercicio profesional tiene que adaptarse a la realidad de cada mostrador; cada farmacéutico debe adaptase a las necesidades de sus clientes y a sus propias aptitudes. Una de las ventajas de un sistema como el nuestro es que facilita la elección de farmacéutico. El corporativismo igualitario que enarbola la bandera de «todos o nadie» acaba siempre en «nadie».
Con independencia de la necesidad de reforzar la responsabilidad profesional del farmacéutico, es preciso reflexionar sobre el modelo de ordenación comercial de las farmacias y tener claro que, si mantenemos lo fundamental, los cambios son necesarios para que el modelo sea más competitivo y más adaptado a las necesidades actuales.
Es el momento de encontrar el equilibrio que permita mantener una atención próxima, profesionalizada y eficaz, coexistiendo con modelos de organización que permitan establecimientos que tengan mecanismos mucho más ágiles para no perder competitividad, y sistemas que corrijan los defectos de una ordenación mal entendida y que eviten que pueda transformarse en simple proteccionismo.
Sinceramente, confieso que me mueve el firme deseo de que, cuando me llegue la hora, me encuentre con unas buenas pantuflas puestas, las botas se las dejo a los héroes.
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