viernes, 30 de marzo de 2012

La tribu

La luz del sol dibuja parches luminosos sobre las paredes de la piedra envejecida de los edificios del Call Major –el antiguo barrio judío de la Barcelona medieval–. A las ocho de la tarde, de un día de julio, el viejo barrio se viste con un vestido estampado de cuadriláteros irregulares que combina los ocres luminosos con los grises sombríos.

Mientras acompaño a Luis hasta la vieja librería de libros viejos del Carrer de la Palla, una ligera brisa marina despeja el bochorno acumulado en el ovillo enredado de callejuelas y nos proporciona un ligero respiro mientras paseamos y digerimos el estofado y las palabras de Matías.

Conozco a Luis desde hace más de veinte años. Es un gran lector y coleccionista de libros. Pierde el sentido por las primeras ediciones. Su padre también era farmacéutico y sus dos hijos también lo son. Desde que le conozco, y por lo que él me ha contado en nuestras largas sobremesas, también desde antes de conocerle Luis ha tenido una participación activa en diferentes organizaciones farmacéuticas. Es un representante de las generaciones de farmacéuticos que han ejercido detrás del mostrador de las farmacias y han gestionado sus negocios durante los últimos cincuenta años. Es uno de los farmacéuticos que vieron la expansión económica después del cilicio del R64, que debieron superar la amenaza permanente del fantasma de la liberalización, la pérdida de la exclusividad de muchos productos que creían suyos, y que viven perplejos la transformación de un negocio de crecimiento sostenido en uno en el que lo estable es el decrecimiento de la facturación y del rendimiento.

– Tu amigo…

– Aún no es mi amigo.

La amistad puede nacer de una casualidad como la que guió nuestro encuentro, pero necesita cultivarse mucho más para que fructifique.

– Tu conocido, que creo que tiene bastantes posibilidades de convertirse en tu amigo, disecciona bien la realidad. Es un buen cirujano, pero no creo que conozca aún la compleja anatomía del cuerpo farmacéutico.

– Pocos la pueden conocer como tú, pero convendrás conmigo que de vez en cuando una buena radiografía realizada por un especialista es conveniente.

– Vivimos una situación en la que incluso los que como yo creemos que aún hay margen suficiente para que la mejor actitud frente a la crisis sea la prudencia, somos conscientes de que el sector precisa de nuevos instrumentos para mejorar su competitividad. Hemos vivido años en los que no nos ha sido imprescindible para poder crecer, pero esos años ya han pasado y no van a volver.

– ¿Qué quieres decir con nuevos instrumentos?

– Instrumentos, herramientas, estrategias, no sé exactamente cual es la palabra más adecuada para describir lo que quiero transmitirte. Lo que puedo asegurarte es que la visión que debemos tener de nuestro futuro debe ser distinta a la que tenían nuestros padres, y que, de ellos, hemos heredado. Ahora seríamos unos irresponsables si quisiéramos trasladársela a nuestros hijos.

– Ya sabes que mis hijos no han continuado la tradición farmacéutica, por lo que puedo ahorrarme el peso de esa responsabilidad.

– No cabe ninguna duda que la economía va a condicionar de una manera determinante el futuro de la profesión, pero intuyo que existen otras cuestiones de orden sociológico –la continuidad familiar de las empresas o la evolución del valor de las farmacias o la edad de sus propietarios, por ejemplo– que también lo van a hacer. Así como también lo van ha hacer las actitudes que tengan los farmacéuticos frente a las responsabilidades sanitarias que aspiren a asumir.

– Siempre me lo había parecido, pero por todo lo que me estás diciendo deduzco que continúas dedicando horas de reflexión a las cuestiones de nuestra profesión. ¿Has llegado ya a alguna conclusión?

– A la conclusión que he llegado es que no es posible un modelo de futuro uniforme para todo el sector, porque es muy diverso en cuanto a dimensión económica de las farmacias, y también lo es en cuanto a la visión que tenemos los propios protagonistas, los farmacéuticos, de nuestro rol profesional. Estamos acostumbrados a defender y a describir modelos de farmacia uniformes, pero son modelos teóricos que no se sustentan en la verdadera realidad del sector. Esta manera de actuar nos ha sido útil durante estas últimas décadas –las que a mí me ha tocado vivir– de crecimiento sostenido, pero la actual recesión nos exigirá un conocimiento más profundo de la realidad del sector y sólo desde esa realidad iniciar un proceso de análisis y de reflexión para definir distintos escenarios. Seguramente el futuro dibuje un sector menos homogéneo, más diverso.

– Tengo la sensación de que has llegado a una conclusión que sientes como una derrota.

– No me siento derrotado. Nuestra generación ha sido la que ha llevado al sector hasta una situación desde la que se puede construir ese futuro y nuestra función ahora es comprender que el paradigma ha cambiado y ayudar a que el proceso que te he contado sea posible.

Sus palabras suenan serenas mientras las manos de Luis acarician las páginas amarillentas de una primera edición del Primer Romancero Gitano de Federico García Lorca de 1928. Una joya bibliográfica que el librero reserva especialmente para él. Veo en sus ojos la ilusión de tener la historia en sus manos, una historia de la que ha sido protagonista y que podrá guardar en las estanterías de su biblioteca.

PD. Me disculpo ante mis lectores por haber alargado tanto, once Planeandos –¡ya hace cien que planeo!– la historia de mi encuentro con Matías. (Es más ajustado escribir «El encuentro de Francesc Pla con Matías Peñafiel Puertollano», porque no sé yo ya muy bien quién se encontró con quién, ni tan siquiera quién es quién). La dirección de esta revista, con la que mantengo una íntima discusión, ya no me concede más espacio para esta historia. Es cierto que quedan algunas incógnitas por desvelar, aunque algunas de ellas tampoco yo las he descubierto aún. No podré desvelar la identidad del autor de ese último brindis por los valientes, aunque puede ser cualquiera de los tres o cuatro protagonistas de esta historia. Si os los encontráis –a cualquiera de los Francesc o a Matías, o incluso a Luis– a lo mejor os lo cuentan, porque todos ellos brindaron.

martes, 13 de marzo de 2012

Los valientes

Los boquerones sin cabeza, uno al lado del otro alrededor de una rodaja de limón, presentados en un plato suficientemente grande para no ahogarlos, parece que aún estén jugueteando en su ambiente, nadando apretujados en un banco de peces que dibuja formas abstractas en las aguas del Mediterráneo. Esculturas iluminadas por destellos plateados que, bajo el mar, cambian frenéticamente en un baile colectivo. La fritura resalta su frescor juguetón. Luis, que tenía toda la razón para elogiar a la cocinera, ha empezado a sentir las frases afiladas de Matías, aunque supongo que su savoir-faire y su capacidad de dialéctica serán suficientes para que el diálogo sea fructífero.

–Tu amigo no se corta un pelo. Ya empiezo a entender que insistieras en que me sentara con vosotros. Es de los que a ti te gustan. A mí también me atrae el riesgo, pero en la Corporación ya tengo una dosis suficiente.

– Luis forma parte de la Junta de Gobierno de la Corporación Farmacéutica. Él sí que puede comprarte informes y estudios.

– No es mi intención vender nada. Ahora que hemos resuelto el laberinto de nuestro encuentro podemos evitar que los intereses nos vuelvan a hacer que nos perdamos otra vez, ya no es necesario esconder nada, al menos a mí no me apetece.

Matías es de los que saben dejar claras las reglas del juego y, aunque supongo que también sabe esconderlas, ahora no lo ha hecho.

– ¿En qué rincón de mis palabras se esconde ese complejo de inferioridad que parece que has detectado en ellas?

– Todas las encuestas os otorgan una posición en el podio de los campeones como profesionales sanitarios con prestigio y generadores de confianza, además existen muy pocas barreras entre vosotros y el paciente. Esta proximidad acentúa aún más vuestra buena posición. No entiendo que vuestra estrategia esté basada en la resistencia. Deberíais elaborar y presentar propuestas más innovadoras que se sustenten en esa posición ventajosa. Puedo entender que los intereses económicos de un sector regulado se resientan en un entorno convulso como el actual, pero creo que tenéis suficientes fortalezas para construir una propuesta atractiva. El complejo al que me refiero radica en ese intento permanente de justificar vuestra actuación, cuando esta está valorada muy positivamente por quien realmente importa, que son vuestros clientes. Vuestras debilidades radican mucho más en un modelo de negocio que no ha sido capaz de adaptarse a los nuevos tiempos. Yo estaría mucho más preocupado por aspectos como son: el tamaño de las farmacias que configura un modelo minifundista que va a sufrir cada vez más para poder superar los retos de una economía más exigente y que a la vez dificulta la posibilidad de aportar valor más allá de una distribución capilar, un valor, la capilaridad, que además irá a la baja y que, gracias a la tecnología y a la evolución de la logística, cada vez va a tener menos peso específico como valor diferencial en la cartera de servicios ofertados. Un modelo que, además, al estar fuertemente regulado, dibuja un escenario en el que existen grandes diferencias de rentas ligadas casi exclusivamente a la localización de los establecimientos. Deberíais estar buscando alternativas al modelo de negocio actual que, mientras la facturación ha ido creciendo por encima de la inflación, ha podido enmascarar estas debilidades, pero que la crisis ahora va destapando, y que si esta perdura, lo que es más que probable, van a aflorar con intensidad. Cualquier actividad, si la analizamos desde el punto de vista económico, precisa de una perspectiva de crecimiento para ser sostenible. ¿Cuál es vuestra estrategia para crecer? ¿Esperáis que los precios remonten, creéis que vais a incorporar nuevos productos a vuestra oferta? ¿Tenéis margen de maniobra para aumentar la eficiencia y la rentabilidad? Desde mi perspectiva no logro adivinar una propuesta estructurada y clara. No me cabe la menor duda que en una situación como la que se está configurando, un exceso de prudencia en los planteamientos puede desembocar en una posición ambigua que no es la más conveniente para los tiempos que vivimos.

– Es mucho más fácil hablar desde una posición teórica que tener la responsabilidad de la defensa de los intereses legítimos de unos profesionales que han estructurado sus empresas en un marco determinado y que, incluso en muchos casos, han configurado sus economías particulares y algunas decisiones importantes de su vida y de su familia creyendo que las reglas del juego estaban establecidas para siempre.

Siempre no existe… al menos no existe para los mercados, del mismo modo que tampoco existe nunca.

Los tres hemos coincidido al pedir de segundo un estofado de rabo de toro que también cumple todas las expectativas que ya habíamos puesto en quien ya, definitivamente, podemos calificar de cocinera excepcional. Un plato de peso, en el que la carne melosa ha sido llevada con sabiduría a ese punto justo en el que la carne roja se separa sin esfuerzo, y sin dejar rastro, de las vértebras, y a esa textura exquisita que provoca que los labios se peguen después de que, lo que pudiera ser un simple esfuerzo mecánico de las mandíbulas con un objetivo alimenticio, acabe siendo un tenue beso platónico que se difumina delicadamente y se mezcla con los aromas de un vino tinto de la tierra de Cádiz, un vino complejo y sutil de las bodegas del Huerto de Albalá.

– Brindo por los valientes.

– Solo los moderados serán capaces de ver sin prejuicios lo que está ocurriendo, sabrán escuchar a los que piensan diferente a lo que ellos piensan y tendrán la voluntad y la capacidad de transaccionar para lograr los pactos útiles para superar la crisis.

– Estoy de acuerdo contigo. La historia nos enseña que los cambios fructíferos los acaban realizando los moderados, porque ellos son los verdaderos valientes, aunque a menudo son tildados de iluminados por los que apuestan por el enroque o de timoratos por los que se dejan llevar por la inercia de la caída en el pozo de las crisis. Insisto, brindo por los valientes.

jueves, 8 de marzo de 2012

Trío

El encuentro con Francesc está siendo estimulante. No había tenido nunca antes la oportunidad de hablar con un farmacéutico tan extensamente, ni tan sinceramente. El farmacéutico de la farmacia de la esquina, a la que normalmente voy, es un tipo amable y pulcro, pero lo cierto es que tengo que hacer esfuerzos para recordar su voz, es de esas personas transparentes que de vez en cuando se cruzan en el camino sin dejar apenas rastro. Es paradójico comprobar que dos profesionales que tienen en común el objeto de su razón de ser, el enfermo, vivan en mundos tan separados; son universos paralelos unidos por tenues hilitos, muchas veces demasiado imperceptibles.

Francesc se zambulle en las conversaciones con pasión, casi acaloradamente, y todo su cuerpo participa de ella. Las facciones de su cara son como acentos gestuales. Un momento después de que se abra la puerta del comedor, su cara se relaja y parece que se ilumina. Se adivina su satisfacción, no me cabe la menor duda de que conoce al futuro comensal del refectorio y que le hace ilusión volver a verlo. Debe de ser un buen amigo.

– ¡Qué sorpresa!

– Tampoco yo esperaba encontrarte aquí. Este rincón es uno de mis comedores favoritos cuando me acerco a la capital. Me gustan los boquerones que preparan aquí. La cocinera sabe darle a la fritura ese punto espumoso que convierte lo que podría ser una insoportable pesadez en algo ligero y vibrante. Además, tiene una carta de vinos blancos especialmente acertada.

Francesc, gracias a la diferencia de estatura, ha pasado sin esfuerzo su pesado brazo por encima de los hombros de su amigo, que aparenta tener unos quince años más que él. Es casi una cabeza más bajo, y la suya, a diferencia de la de Francesc, mantiene bastante cabello, que es de un tono gris canoso muy parecido al de la barba corta y aseada con la que adorna su cara. Por la conversación que he oído, al amigo de Francesc también le gusta la buena cocina. Sin dejar de asirlo por los hombros, Francesc le ha dirigido hacia la mesa en la que estoy sentado con la clara intención de presentármelo.

– Éste es Matías. Nos acabamos de tomar un salmorejo sublime mientras conversamos sobre nuestra profesión, la suya y sobre la relación entre una y otra. Matías, te presento a Luis Rondreau, un buen amigo farmacéutico.

Mientras le estrecho la mano creo que lo adecuado es invitarle a compartir nuestra mesa. Además, estoy convencido de que a Francesc es lo que le apetece.

– La mesa es grande, ¿te gustaría acompañarnos?

– No querría interrumpir vuestra conversación.

– ¡No seas cursi, que no te pega! –ataja Francesc con energía, pero con cariño.

Está claro que Francesc está muy cómodo con Luis y que le atrae una sobremesa compartida por los tres. Una buena sobremesa después de una buena comida, claro está. No insiste más, no quiere que un exceso de educación le fastidie el plan y decide tirar por lo sano. Llama al camarero con un gesto un poco exagerado, de esos a los que voy acostumbrándome.

– Seremos uno más. ¿Nos puede traer un platillo de estos maravillosos boquerones mientras esperamos el segundo plato?

– Tu apellido parece francés. ¿Es francés realmente?

– Por lo que he podido averiguar, mi bisabuelo procedía de una familia del Quebec, era nieto de uno de los aristócratas que regresó a Francia tras la firma del Tratado de París en 1763. Mi apellido es francés, pero eso es sólo historia. Este origen es lo que debe haber influido en mi atracción por la cultura francesa, a menudo leo en francés porque me gusta la sonoridad de sus palabras. ¿No te parece un exceso exquisito que gasten tres vocales para hacer una o? Siempre he sido un poco rebelde y con los años voy aprendiendo a disfrutar maliciosamente de ser un bicho raro, una isla francófona en el océano anglosajón en el que la globalización nos ha inmerso.

– Yo soy de los que están anegados por ese océano del inglés del que tú intentas protegerte. Aún y así espero poder compartir una conversación interesante con vosotros dos. Me tienta la posibilidad de participar en un trío, aunque en éste, esté en minoría. Un ménage à trois, dirías tú. ¡Ya son raros estos franceses que de una o y una i hacen que suenen una u y una a!

– Aún voy a convencerte de que debes refugiarte en la francofonía, aunque sea por la vía del hedonismo. Si te lo estabas pasando bien con Francesc y él contigo, seguro que también será… excitante para mí. ¿Estábais hablando de farmacias?

Francesc no puede evitar intervenir. La entrada en la conversación de Luis promete elevar las prestaciones de la conversación.

– Estábamos hablando de casualidades, de apariencias, de cocina, de esas cosas que, todas juntas, son la vida. De farmacias, también, pero sobre todo hablábamos de actitudes delante de los retos. Matías no ejerce la medicina, se dedica a lo que él define como consultoría estratégica en el campo sanitario y ahora, después de deshacer algunos nudos en la rocambolesca historia de nuestro encuentro, y que ya sabe que no voy a comprarle nada, estábamos intentando analizar con realismo la situación tormentosa en la que la crisis nos ha sumido a todos.

– Francesc, tú sabes mejor que nadie que cuando la tramontana te golpea más de tres días sin descanso, cuando su fuerza ya te ha dejado claras las reglas del juego, no te queda otro remedio que asumir tu pequeñez e intentar imitar, en la medida de lo posible, a las rocas negras que se enfrentan a su furia con estoicismo. Eso es realismo.

Luis tiene habilidad para utilizar imágenes para describir sus ideas, pero lo que esconde su lirismo no me ha convencido

– No creo que sea una buena imagen, ésa de las rocas, para ilustrar una actitud realista. Realismo es la actitud del que intenta adaptar sus decisiones al entorno y no la del que se empecina en esperar que la tormenta amaine. Además, disculpa mi atrevimiento, creo que tu discurso esconde un cierto complejo de inferioridad.

El gesto de los labios de Francesc insinúa una sonrisa de alivio. Esa reacción tan comprensible cuando dejan de zurrarnos y que es más placentera aún cuando otro recibe los palos.