Fuenteovejuna
¡Todos a una!
Hay quien vive en la ilusión permanente de creer que el sector farmacéutico, que engloba a los que fabrican y a los que distribuyen medicamentos, tiene intereses comunes y que incluso su voz puede sonar como la de una coral bien dirigida, cada uno con su tono, pero cantando la misma canción. ¡Ilusos!
Hay quien vive en la ilusión permanente de creer que el sector farmacéutico, que engloba a los que fabrican y a los que distribuyen medicamentos, tiene intereses comunes y que incluso su voz puede sonar como la de una coral bien dirigida, cada uno con su tono, pero cantando la misma canción. ¡Ilusos!
Ya lo dice el Evangelio: «Por las obras los conoceréis». La aplicación de la Orden SCO/3997/2006 referente a la aplicación de los precios de referencia y la redacción de determinados artículos de la Ley del Medicamento nos muestran de una forma clara y diáfana que las cosas no son así. En esta función cada uno va con su música a la parte que le interesa.
La desaparición del precio de los envases de los medicamentos es una medida sin sentido en un mercado de precios regulados, es una norma que perjudica a los farmacéuticos y que no aporta ninguna ventaja al usuario, pero que conviene a la industria farmacéutica que durante la tramitación de la citada ley presionó a los partidos políticos para que este desaguisado fuera realidad. ¿Pensó la industria en el sector o sencillamente en sus intereses? La respuesta está clara, creo yo.
Esto no acaba aquí, la industria tiene la posibilidad de no imprimir el precio del medicamento en el envase o de imprimirlo. La mayoría de empresas ha decidido no hacerlo, aunque algunas, pocas, lo van a continuar imprimiendo. No es mi intención clasificar a las distintas industrias en buenas y malas, sencillamente, hacer notar que algunas también son sensibles a los intereses de los farmacéuticos y otras son impermeables a ellos. Tomemos nota, ¡siempre con buen talante, faltaría más!
Esto no acaba aquí, la industria tiene la posibilidad de no imprimir el precio del medicamento en el envase o de imprimirlo. La mayoría de empresas ha decidido no hacerlo, aunque algunas, pocas, lo van a continuar imprimiendo. No es mi intención clasificar a las distintas industrias en buenas y malas, sencillamente, hacer notar que algunas también son sensibles a los intereses de los farmacéuticos y otras son impermeables a ellos. Tomemos nota, ¡siempre con buen talante, faltaría más!
No le demos vueltas, la normativa aplicable en el periodo de transición (es un eufemismo para no escribir drástica rebaja, ¡Ay, se me escapó!) de precios de los medicamentos afectados por la Orden, es una chapuza de mucho cuidado. Lo es de tal calibre que estoy convencido de que incluso los propios redactores de la misma son conscientes de ello. No puedo imaginarme responsables políticos del sector creyendo que el método escogido realmente sea bueno, porque sería realmente dramático estar en manos de alguien tan obtuso, aunque de poco consuelo me sirve creer que no es así, si después de este error garrafal son incapaces de rectificar a tiempo. ¿Nuestro sino es depender en aspectos importantes de nuestra profesión y de nuestro negocio de políticos incapaces de reconocer un error? Rectificar es de sabios, pero por lo que veo la sabiduría no es requisito para ejercer en la política.
Pero esto tampoco acaba aquí: porque una vez la norma está escrita, la rectificación no ha sido posible y a los farmacéuticos enviados de una manera inmisericorde, ¡siempre con buen talante!, a la arena con los leones, nos quedaba la esperanza del acuerdo entre las distintas voces de la coral farmacéutica. Pero una vez más cada uno ha seguido su propia partitura y la consigna ha sido ¡que cada palo aguante su vela!, aunque para algunos la vela sea mucho más pesada que para otros. Eso sí, todos prestos y con el mejor talante para posar en la bonita foto de familia del sector unido alrededor de la ministra para la firma de un acuerdo escrito sobre papel mojado.
Esta es nuestra cruda realidad. De todas formas, no creo que ahora sea el momento de los desplantes airados ni de gesticulaciones exageradas, porque es difícil transmitir el mensaje al usuario cuando la queja se realiza en el contexto de una bajada de precios. Ahora es tiempo de poner a cada uno en su sitio y de hacer recuento de los que están a nuestro lado y con los que es posible negociar para encontrar soluciones a los problemas.
A partir de ahora, la memoria es importante, no hemos de olvidar con quien se puede negociar y con quien sólo vale nuestra capacidad de presión. Con los primeros hemos de hacernos fuertes para que los segundos no nos toreen.
Aunque estoy convencido de la razón de mi lamento, no puedo acabar de esta manera, no es mi estilo ni mi forma de ver las cosas.
Las dos grandes tendencias que influyen y que influirán en nuestro futuro son: en primer lugar, el recorte de precios para controlar la tasa de crecimiento de la factura pública de medicamentos –exactamente de la de los que se dispensan en farmacias, porque de la de los que se dispensan en los hospitales nadie habla y tiene una tasa de crecimiento superior al 20%, una factura opaca para los medios de comunicación y un mercado que las farmacias no tenemos– y, por otro lado, la apertura lenta pero sin pausa de un mercado muy regulado como el nuestro.
Mientras nos quejamos con razón tenemos que reflexionar y decidir hacia donde queremos dirigir nuestra profesión. ¿Acabaremos teniendo razón los que creemos que a los farmacéuticos nos conviene desligar en parte nuestra retribución del margen sobre el producto? ¿Acabaremos teniendo razón los que creemos que a los farmacéuticos nos conviene añadir servicios a nuestra cartera y competir entre profesionales? ¿Acabaremos teniendo razón los que creemos que a los farmacéuticos nos conviene encontrar fórmulas societarias para hacer nuestras farmacias más fuertes y competitivas? ¿Acabaremos teniendo razón los que creemos que nos conviene flexibilizar algunos aspectos de la normativa para instalar y trasladar las farmacias? ¿O sencillamente somos unos pocos ilusos los que lo creemos?
1 comentario:
Lenguaje de los titulares y su traducción:
Regulación: oligopolio franquista y decimonónico que beneficia a los titulares de farmacia.
Multinacional: coco malo que solo quiere ganar dinero. Los titulares regentamos "by the face".
Modelo mediterráneo: chollo del titular español que impide la competencia profesional y perjudica a la sociedad y a la profesión.
Servicios sanitarios de la farmacia (versión Ministerio): si se liberaliza no podremos bajar los precios cuando los presupuestos no cuadren.
Titular=no quiere beneficios, sólo la salud de sus clientes: falacia que no se sostiene simplemente comprobando que el 99% de los medicamentos éticos (muchos titulares no saben qué son) se dipensan sin receta.
y así años y años oyendo las mismas sandeces.
LIBERTAD DE EJERCICIO FARMACÉUTICO YA.
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