jueves, 2 de julio de 2009

Las cosas por su nombre


No puedo aguantar la tentación. La programación televisiva de esta noche incluye la película Blade Runner, de Ridley Scott. Me voy a servir una cerveza Coronita con media rodaja de limón introducida en el caño de la botella transparente, voy a abrir una lata de olivas rellenas de anchoas, voy a encajarme en mi rincón del sofá, y voy a verla una vez más. Es una de mis películas fetiche. Creo que lo que me atrapa de ella es la atmósfera húmeda y oscura que describe un futuro en el que aún se puede comprar comida frita en los tenderetes de un barrio chino atestado de chinos y en el que los policías aún pueden lucir ese bigotito negro, sombrero y gabardina arrugada. Un atuendo que les hace personajes tan antipáticos a primera vista, pero que permite también aderezarlos de matices tiernos para que podamos quererlos; un poquito.

Voy a volverla a ver para ver a la escultural Zhora, bailarina de striptease replicante, atravesando a cámara lenta los escaparates de una galería comercial, mientras los pedacitos de cristal salen despedidos como gotas de espuma, para caer abatida por los disparos de un joven Harrison Ford, interpretando a Deckard. Rick Deckard es un contradictorio blade runner especializado en retirar replicantes, un cazador de máquinas humanoides. De una de esas máquinas engendradas mediante ingeniería genética acaba enamorándose, al menos yo pienso que es así, aunque otros, mi amigo Pepe entre ellos, no piensan igual. Mi amigo está convencido de que Rick es también un ser sin alma. Me gusta ver como Rick Deckard se mueve en esa zona fronteriza entre el amor y la muerte.

Voy a volver a verla para ver la cara de Roy Batty, el formidable líder de los amotinados Nexus-6, interpretado por el actor holandés Rutger Hauer, para ver la expresión de su cara cuando muere bajo la permanente lluvia, una cara en la que se refleja la grandeza y el deseo de quien, sabiendo que los otros no se la otorgan, anhela tener alma.

Empieza a las diez, estoy sólo en casa, mi esposa ha ido a la inauguración de una exposición y después irá a cenar con sus colegas artistas. Yo he preferido ver la película. A las diez y quince minutos la película desaparece súbitamente de la pantalla. Una cancioncilla estúpida y una voz irritante, la de una mofeta lila que acompaña a un canguro naranja que la invita a tomar unas copas en su apartamento, me deja atónito. Me quedo con la boca semiabierta, con una aceituna en la boca, con la irritación subiéndome desde la zona del píloro como si fuera un reflujo gástrico, para el que el omeprazol se muestra ineficaz. Me quedo con cara de tonto.

Lo de la pantalla es un anuncio que quiere venderme un ambientador con el argumento de que si mi casa no huele bien no van a querer venir ni las mofetas. ¡Qué agudeza!

Después de estos veinte segundos ya tengo la certeza de que me he equivocado. Ir a visitar la exposición de pintura hubiera sido más interesante. Mi esposa estaría más contenta y yo me hubiera evitado tragar varias tandas de anuncios impertinentes que me van a intentar convencer del coche que me hará más ecologista, del desodorante que me hará más atractivo, del político en el que debo descargar mi responsabilidad colectiva y del sobrecito que me permitirá ir a trabajar mañana, aunque esté con un trancazo importante.

Apago la televisión, estoy enfadado conmigo mismo. Me acerco al ordenador. Intentaré escribir el artículo del número 417 que tengo atrasado. Ya que he cometido el error de quedarme, en el que ya he incurrido alguna que otra vez, intentaré aprovechar el tiempo. El anuncio del medicamento es lo que me viene a la memoria cuando abro el fichero de Word sin estrenar, y la pantalla con el recuadro blanco me interpela. Si la inspiración es benevolente y encuentro las palabras, escribiré un artículo sobre la prescripción de medicamentos. Es un artículo que ya he empezado algunas veces, pero que nunca he terminado, seguramente por haber intentado ser lo más correcto posible.

El debate sobre la prescripción de medicamentos es un debate basado en la hipocresía. La hipocresía de los profesionales sanitarios y la de los legisladores. ¿Cómo es posible que un ministro de Sanidad lance la idea de convertir un medicamento hormonal como la pdd en un medicamento de libre consumo, y se cuestione la capacidad de profesionales sanitarios como las enfermeras y los farmacéuticos para decidir la conveniencia de la instauración de determinados tratamientos o sencillamente su continuidad? ¿Cómo es posible que en nuestro país sólo existan medicamentos que deban ser prescritos por un médico y todos los demás puedan ser prescritos por la televisión?

Cuando la alfabetización sanitaria de los ciudadanos hace posible que todos nos quedemos con la consciencia y la ciencia tranquila, promocionando medicamentos en la televisión basándonos en la seguridad de su manejo, no creo que sea una osadía irresponsable plantear cuatro líneas de trabajo como las siguientes:

1. Crear una categoría nueva de medicamentos que requieran la prescripción de un farmacéutico.
2. Establecer circuitos de comunicación entre profesionales que aseguren una visión global del seguimiento de los tratamientos.
3. Exigir que la dispensación de determinados medicamentos esté avalada por la firma de un farmacéutico autorizado.
4. Aprovechar las TIC para que los procesos y los registros sean trazables.

Lo que realmente es temerario es esconder la cabeza debajo del ala. La sociedad ha cambiado, las necesidades de los ciudadanos han cambiado y la presión asistencial crece exponencialmente. ¿Continuamos con debates estériles basados en disputas gremialistas o intentamos aprovechar de una manera racional y responsable todos los recursos que están a nuestra disposición?

Después de haber hecho implícitamente una crítica interna, pienso que me he ganado el derecho de hacerla también a los que les hemos cedido la responsabilidad de legislar. Una crítica contundente para los que utilizan cuestiones que afectan a la salud para obtener rendimientos electorales. ¡Qué agudeza, también!

3 comentarios:

loreto giralt dijo...

Hola : una pregunta que son las TIC ? .
Estoy de acuerdo con la parte farmacèutica de tu articulo que parece muy reflexionado y extensible a unos quantos más que pensamos en un cambio radical de nuestra profesión . en mi caso voy más allà . Hay que romper con el binòmio : farmacèutico -farmàcia , y sustituirlo por otro : farmaceutico - paciente.
Lo denomino :" el farmacèutico Especialista " . estoy trabajando en ello .

FRANCESC PLA dijo...

Pido disculpas a los lectores por utilizar ese TIC para hablar de las nuevas tecnologías de comunicación. Nuevas que ya no son tan nuevas...

¿Explicarás eso en lo que estás trabajando? estoy intrigado.

No soy un revolucionario que piense que nada de lo que existe vale. Estoy absolutamente convencido de que la profesión, ejercida desde la farmacia, tiene un futuro ilusionante si profundiza en los aspectos más asistenciales y es capaz de asumir más re`ponsabilidades sanitarias.

Gracias por participar.

loreto giralt dijo...

Si el farmacéutico debe ser más revolucionario.
Debe afrontar retos en la sociedad y dentro de la sanidad. Uno de mis trabajos que quiero presentar al Simpodader 2010 de girona és un paso más allà en la atención farmacèutica . No sé si podré.
Pero ahora estoy trabajando en la T.I.C . precisamente:
La Teoria de la Incertesa en la Curació de la malaltia ( ja me lo estàn traduciendo al castellano y lo tengo registrado.. No he publicado nada , Quizà me podrias aconsejar
La presenté al grupo de trabajo de Atención Farmacéutica de Girona .
Es un trabajo teórico basado en fundamentos matemáticos de la incertidumbre que nos lleva a demostrar porqué es tan difícil ordenar o clasificar los PRM .
La importancia del trabajo recae en la definición de dos leyes básicas y fundamentales , siendo la primera de ellas :

Primera llei de la TIC: La definim com la probabilitat màxima d’assolir el principi de CURACIÓ CERTA de la malaltia que pateix el nostre pacient.
Les condicions que han de complir-se són: que el diagnòstic sigui cert, que el medicament o tractament sigui cert i que el pacient sigui diana.