Trío
El encuentro con Francesc está siendo estimulante. No había tenido nunca antes la oportunidad de hablar con un farmacéutico tan extensamente, ni tan sinceramente. El farmacéutico de la farmacia de la esquina, a la que normalmente voy, es un tipo amable y pulcro, pero lo cierto es que tengo que hacer esfuerzos para recordar su voz, es de esas personas transparentes que de vez en cuando se cruzan en el camino sin dejar apenas rastro. Es paradójico comprobar que dos profesionales que tienen en común el objeto de su razón de ser, el enfermo, vivan en mundos tan separados; son universos paralelos unidos por tenues hilitos, muchas veces demasiado imperceptibles.
Francesc se zambulle en las conversaciones con pasión, casi acaloradamente, y todo su cuerpo participa de ella. Las facciones de su cara son como acentos gestuales. Un momento después de que se abra la puerta del comedor, su cara se relaja y parece que se ilumina. Se adivina su satisfacción, no me cabe la menor duda de que conoce al futuro comensal del refectorio y que le hace ilusión volver a verlo. Debe de ser un buen amigo.
– ¡Qué sorpresa!
– Tampoco yo esperaba encontrarte aquí. Este rincón es uno de mis comedores favoritos cuando me acerco a
Francesc, gracias a la diferencia de estatura, ha pasado sin esfuerzo su pesado brazo por encima de los hombros de su amigo, que aparenta tener unos quince años más que él. Es casi una cabeza más bajo, y la suya, a diferencia de
– Éste es Matías. Nos acabamos de tomar un salmorejo sublime mientras conversamos sobre nuestra profesión, la suya y sobre la relación entre una y otra. Matías, te presento
Mientras le estrecho la mano creo que lo adecuado
– La mesa es grande, ¿te gustaría acompañarnos?
– No querría interrumpir vuestra conversación.
– ¡No seas cursi, que no te pega! –ataja Francesc con energía, pero con cariño.
Está claro que Francesc está muy cómodo con Luis y que le atrae una sobremesa compartida por los tres. Una buena sobremesa después de una buena comida, claro está. No insiste más, no quiere que un exceso de educación le fastidie el plan y decide tirar por lo sano. Llama al camarero con un gesto un poco exagerado, de esos a los que voy acostumbrándome.
– Seremos uno más. ¿Nos puede traer un platillo de estos maravillosos boquerones mientras esperamos el segundo plato?
– Tu apellido parece francés. ¿Es francés realmente?
– Por lo que he podido averiguar, mi bisabuelo procedía de una familia del Quebec, era nieto de uno de los aristócratas que regresó a Francia tras la firma del Tratado de París en
– Yo soy de los que están anegados por ese océano del inglés del que tú intentas protegerte. Aún y así espero poder compartir una conversación interesante con vosotros dos. Me tienta la posibilidad de participar en un trío, aunque en éste, esté en minoría. Un ménage à trois, dirías tú. ¡Ya son raros estos franceses que de una o y una i hacen que suenen una u y una a!
– Aún voy a convencerte de que debes refugiarte en la francofonía, aunque sea por la vía del hedonismo. Si te lo estabas pasando bien con Francesc y él contigo, seguro que también será… excitante para mí. ¿Estábais hablando de farmacias?
Francesc no puede evitar intervenir. La entrada en la conversación de Luis promete elevar las prestaciones de la conversación.
– Estábamos hablando de casualidades, de apariencias, de cocina, de esas cosas que, todas juntas, son
– Francesc, tú sabes mejor que nadie que cuando la tramontana te golpea más de tres días sin descanso, cuando su fuerza ya te ha dejado claras las reglas del juego, no te queda otro remedio que asumir tu pequeñez e intentar imitar, en la medida de lo posible, a las rocas negras que se enfrentan a su furia con estoicismo. Eso es realismo.
Luis tiene habilidad para utilizar imágenes para describir sus ideas, pero lo que esconde su lirismo no me ha convencido
– No creo que sea una buena imagen, ésa de las rocas, para ilustrar una actitud realista. Realismo es la actitud del que intenta adaptar sus decisiones al entorno y no la del que se empecina en esperar que la tormenta amaine. Además, disculpa mi atrevimiento, creo que tu discurso esconde un cierto complejo de inferioridad.
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