martes, 12 de junio de 2012

Laura


Los encuentros con Laura en los que conversamos sobre nuestras farmacias me dejan siempre la misma sensación. Si fuese mi jefa, tendríamos una relación complicada. No sé si esa sensación que me llevo después de hablar con ella está potenciada porque nunca he recibido órdenes de nadie y no estoy preparado para ello, pero, de cualquier forma, me imagino que Laura debe de ser muy exigente con la gente de su equipo.

La vida ha dejado huella en la fisonomía de esta mujer, y no lo digo por las arrugas de su cara, ya que conserva una piel tersa; lleva esa marca en sus ojos. La vida, su vida, ha colocado en su mirada una cortina de lágrimas, cuando le miro a los ojos parece que nos separe una película transparente que está a punto de verterse. Son las lágrimas del que sabe que está obligado a ser fuerte, pero que, a la vez, tiene avidez por sentir la suavidad en las palabras y me imagino, en las caricias. La imagen que tengo de Laura es parecida a los dibujos que forman los cristalitos de colores de un calidoscopio, en algún momento aparece la de una mujer enérgica y decidida, pero con un leve giro se transforma en alguien que desea, casi con inocencia infantil, que no fuera necesario serlo.

Laura es una mujer con un cuerpo de complexión grande. No sería ajustado a la realidad describirla como una mujer robusta, pero mucho menos lo sería hacerlo utilizando adjetivos como frágil, delicada o esbelta, epítetos que –incomprensiblemente para mí– son considerados por una gran mayoría como ensalzadores de la belleza femenina, pero que en el caso de Laura no pueden ser utilizados si uno pretende ser fiel a la realidad, aunque creo que es una mujer atractiva. Laura tiene un cuerpo armonioso, pero grande. El corte austero de su pelo modela una media melena rubia que indica una moderada rebeldía frente al paso de los años. En alguna ocasión me ha comentado que no es una mujer a la que le apetezca visitar con frecuencia la peluquería. Laura es de esas mujeres que cuentan las horas dedicadas a esos menesteres como una pérdida de tiempo, ella misma se encarga de ordenar su peinado. Sus visitas al peluquero están forzadas por la aparición de un síntoma doloroso, esa marca blanca en la raíz de los cabellos que indica que el tiempo va pasando, cuando esa prueba ya es demasiado evidente, no le queda más remedio que acudir a quien le ayuda a paliarlo.

Laura se ha ganado las cosas a pulso, tiene una posición social y económica confortable, pero no es un confort que pueda calificarse de lujo. No es una persona a la que le agrade hacer ostentación de su situación, pero a la vez es plenamente consciente de que ha trabajado mucho para lograr, para ella y para su familia, lo que ha logrado. A veces, me comenta que continúa haciéndolo, trabajar con convicción y disciplina, porque no sabe hacerlo de otra manera y critica, de una forma enérgica que puede llegar al enfado, a los que ejercen su profesión sin esa actitud.

Laura es una farmacéutica dedicada en cuerpo y alma a su farmacia y que no entiende que se pueda ejercer de otra manera. Es una luchadora de lo suyo y considera que todos deberían remar en la misma dirección. La admiro, pero no puedo evitar acabar diciéndole, lo que ha provocado alguna que otra discusión, que no todos nuestros colegas entienden y ejercen la profesión de la misma manera.

– Los intereses y las circunstancias individuales son un condicionante poderoso que dibuja diversas maneras de ejercer la profesión.
Esta frase, o cualquier otra parecida de las que yo acostumbro a pronunciar, siempre acaban provocando una erupción volcánica. A menudo critica mi pragmatismo y mi exceso, según ella, de benevolencia al juzgar actitudes que considera egoístas sin matizaciones. Aún así intento introducir los grises en el cuadro que Laura dibuja sólo con blanco y negro.
– Los farmacéuticos no somos distintos a cualquier profesional, nuestra manera de actuar está condicionada sobre todo por los incentivos económicos. El modelo de retribución y de regulación explica muchas de esas actitudes que tú tanto criticas. ¿No crees que no debemos confiar sólo en la actitud de las personas y que los avances van a venir por el cambio del escenario que las condiciona?

Laura siempre acaba insistiendo en que para ella existen unos valores a los que no se puede renunciar, unos valores que están por encima de los intereses individuales y de los condicionantes económicos. Lo dice con total convicción y no deja ningún resquicio para que yo pueda defender que la realidad es muy compleja y diversa.

Aunque me seduce la contundencia y la seguridad con las que defiende sus criterios y me atrae como un imán su discurso, cómo le brillan los ojos y la solidez de su voz al pronunciarlo, Laura no ha logrado que me convierta a su fe, porque después de muchos años de reflexión sobre el sector estoy convencido de que no existe una única verdad para todos los farmacéuticos. No creo que mi postura pueda calificarse sencillamente de relativista –una crítica que está implícita en los dardos escondidos en sus comentarios–, pero no puedo dejar de vivir en la zona gris, me mantengo en esa incómoda posición en la que la verdad está difuminada y no creo, como cree Laura, en algo parecido al grial que buscaban los antiguos caballeros.

Todos estos años me han servido para saber que lo fundamental no está en esperar que el colectivo sea ungido por la fuerza interior y por la claridad de las ideas que me transmite Laura, ¿es eso la vocación?, sino en propiciar una evolución del escenario profesional y económico en una dirección para que incentive de una manera adecuada a los que están convencidos de lo que está convencida Laura y que a la vez no excluya de partida a nadie. Complejo, pero los grises son siempre así.

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