Laura
Los encuentros
con Laura en los que conversamos sobre nuestras farmacias me dejan siempre la
misma sensación. Si fuese mi jefa, tendríamos una relación complicada. No sé si
esa sensación que me llevo después de hablar con ella está potenciada porque
nunca he recibido órdenes de nadie y no estoy preparado para ello, pero, de
cualquier forma, me imagino que Laura debe de ser muy exigente con la gente de
su equipo.
La vida ha dejado huella en la fisonomía de esta mujer, y no lo digo por
las arrugas de su cara, ya que conserva una piel tersa; lleva esa marca en sus
ojos. La vida, su vida, ha colocado en su mirada una cortina de lágrimas,
cuando le miro a los ojos parece que nos separe una película transparente que
está a punto de verterse. Son las lágrimas del que sabe que está obligado a ser
fuerte, pero que, a la vez, tiene avidez por sentir la suavidad en las palabras
y me imagino, en las caricias. La imagen que tengo de Laura es parecida a los dibujos
que forman los cristalitos de colores de un calidoscopio, en algún momento
aparece la de una mujer enérgica y decidida, pero con un leve giro se
transforma en alguien que desea, casi con inocencia infantil, que no fuera
necesario serlo.
Laura se ha ganado las cosas a pulso, tiene una posición social y
económica confortable, pero no es un confort que pueda calificarse de lujo. No
es una persona a la que le agrade hacer ostentación de su situación, pero a la
vez es plenamente consciente de que ha trabajado mucho para lograr, para ella y
para su familia, lo que ha logrado. A veces, me comenta que continúa
haciéndolo, trabajar con convicción y disciplina, porque no sabe hacerlo de
otra manera y critica, de una forma enérgica que puede llegar al enfado, a los
que ejercen su profesión sin esa actitud.
– Los intereses y las circunstancias individuales son un condicionante
poderoso que dibuja diversas maneras de ejercer la profesión.
Esta frase, o cualquier otra parecida de las que yo acostumbro a
pronunciar, siempre acaban provocando una erupción volcánica. A menudo critica
mi pragmatismo y mi exceso, según ella, de benevolencia al juzgar actitudes que
considera egoístas sin matizaciones. Aún así intento introducir los grises en
el cuadro que Laura dibuja sólo con blanco y negro.
– Los farmacéuticos no somos distintos a cualquier profesional, nuestra
manera de actuar está condicionada sobre todo por los incentivos económicos. El
modelo de retribución y de regulación explica muchas de esas actitudes que tú
tanto criticas. ¿No crees que no debemos confiar sólo en la actitud de las
personas y que los avances van a venir por el cambio del escenario que las
condiciona?
Laura siempre acaba insistiendo en que para ella existen unos valores a
los que no se puede renunciar, unos valores que están por encima de los
intereses individuales y de los condicionantes económicos. Lo dice con total
convicción y no deja ningún resquicio para que yo pueda defender que la
realidad es muy compleja y diversa.
Aunque me seduce la contundencia y la seguridad con las que defiende sus
criterios y me atrae como un imán su discurso, cómo le brillan los ojos y la
solidez de su voz al pronunciarlo, Laura no ha logrado que me convierta a su
fe, porque después de muchos años de reflexión sobre el sector estoy convencido
de que no existe una única verdad para todos los farmacéuticos. No creo que mi
postura pueda calificarse sencillamente de relativista –una crítica que está
implícita en los dardos escondidos en sus comentarios–, pero no puedo dejar de
vivir en la zona gris, me mantengo en esa incómoda posición en la que la verdad
está difuminada y no creo, como cree Laura, en algo parecido al grial que
buscaban los antiguos caballeros.
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